44 años son los que llevamos la población saharaui refugiada en el desierto de Argelia. Las mujeres con nuestros hijos e hijas fuimos las primeras en llegar para levantar los campamentos. Nosotras organizamos el sistema de salud y educación con lo poco que teníamos.
Ya son 3 las generaciones que solo conocen el calor sofocante, la dependencia total de la ayuda humanitaria para vivir o el tener que renunciar a estar con sus familias para ir a estudiar a otros países y, aún así, no tener asegurado un futuro.
La dureza del refugio prolongado recae especialmente sobre las mujeres: nos encargamos de todos los trabajos de cuidado (personas dependientes, infancia, personas mayores, limpieza, cocina, animales y un sinfín de tareas más) y también trabajamos en dispensarios, hospitales, escuelas, guarderías, etc., para contribuir a la lucha y al futuro de nuestro pueblo.
En el sector de la salud suponemos más de la mitad de la plantilla, constituimos más del 70% del personal sanitario y, sin embargo, solo un 9,8% ocupamos puestos donde se toman decisiones a nivel nacional.
Esta exposición surge de la necesidad de poner en valor nuestro trabajo y visibilizar todos los retos que enfrentamos en nuestro día a día, con el objetivo de contribuir a la construcción de una sociedad más justa para todas las personas.
Además, la desesperanza está menguando las ganas de estudiar de las generaciones más jóvenes. Contar nuestras historias como profesionales de la salud pretende que nos identifiquen como sus referentes y les motive a estudiar y labrarse así un futuro propio.
Las mujeres saharauis hemos sido y seguimos siendo las que sostenemos la población, o dicho de otro modo: somos el pilar de la vida.
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